Se cuenta que en nuestra Asociación, un grupo de misceláneos se divertían con el Lagarto de la lista, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía enviando pequeños correos y pidiendo limosnas al moderador. Diariamente algunos dirigentes llamaban al Lagarto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 1 Austral y otra de menor tamaño, pero de 50 centavos. Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: Lo sé, no soy tan boludo, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:La primera: Quien parece boludo, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos boludos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
Martin Arizmendi
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