La maldición de Rivera Indarte.
Los vecinos del lugar cuentan que haya por el año 1935 un joven llamado Lucio Baldiron había adquirido los primeros conocimientos de Parapsicología, en una escuela científica de Buenos Aires y se especializaba en hablar con almas pérdidas en la casa del 472.
Siempre vestía con un traje de color negro y sombrero de ala ancha, cuentan las más viejas del barrio, prudente y bien educado como pocos, agregaban. Se reunía todos los primeros fines de semana por la noche con sus selectos alumnos a quienes les enseñaba su arte misterioso con un ímpetu majestuoso bajo una única y sencilla condición: No revelar lo que allí se hacia.
El lugar se mantenía con el cobro de cuotas que eran obligatorias como una especie de óbolo. Pasó el tiempo y en Setiembre se reunieron en la “Asamblea”, había aproximadamente una veintena de alumnos preparados para el dialogo con esas almas. El lugar estaba preparado con un riguroso protocolo que seguía al detalle los escritos del Dr. Robert Dramier quien lo describió en el siglo XVIII en su libro “Actas Directivas”.
Se utilizaba una urna en la entrada para depositar el dinero de los alumnos el cual era vigilado celosamente por Martin del Zenco (el “Guardián de la Urna”), las flores la colocaban los sirvientes en los floreros de cristal como así también los velones que servían de iluminación en forma de círculos alrededor de la mesa.
Sentados todos con los ojos cerrados comenzaban el llamado al unísono de algún alma. De repente una ventisca atravesaba la habitación y se hacía lugar entre los presentes el alma de Rivera Indarte.
En ese momento todos dedujeron que se encontraba enojado hasta que el médium con su voz ronca y balbuceante esgrimió las palabras; “deberán mantener este templo o serán maldecidos y sentenciados por algún juez hasta los confines de su existencia”; y se retiró. Todos no creyeron y tiempo después esa amenaza se convertía en una maldición casi ejemplar; algunos no habían cumplido con su palabra; una y otra vez eran sentenciados.
Todos, o algunos, esperan que la Maldición se cumpla como parte de un desafio otros piensan en las viejas Reuniones del 472.
Los vecinos del lugar cuentan que haya por el año 1935 un joven llamado Lucio Baldiron había adquirido los primeros conocimientos de Parapsicología, en una escuela científica de Buenos Aires y se especializaba en hablar con almas pérdidas en la casa del 472.
Siempre vestía con un traje de color negro y sombrero de ala ancha, cuentan las más viejas del barrio, prudente y bien educado como pocos, agregaban. Se reunía todos los primeros fines de semana por la noche con sus selectos alumnos a quienes les enseñaba su arte misterioso con un ímpetu majestuoso bajo una única y sencilla condición: No revelar lo que allí se hacia.
El lugar se mantenía con el cobro de cuotas que eran obligatorias como una especie de óbolo. Pasó el tiempo y en Setiembre se reunieron en la “Asamblea”, había aproximadamente una veintena de alumnos preparados para el dialogo con esas almas. El lugar estaba preparado con un riguroso protocolo que seguía al detalle los escritos del Dr. Robert Dramier quien lo describió en el siglo XVIII en su libro “Actas Directivas”.
Se utilizaba una urna en la entrada para depositar el dinero de los alumnos el cual era vigilado celosamente por Martin del Zenco (el “Guardián de la Urna”), las flores la colocaban los sirvientes en los floreros de cristal como así también los velones que servían de iluminación en forma de círculos alrededor de la mesa.
Sentados todos con los ojos cerrados comenzaban el llamado al unísono de algún alma. De repente una ventisca atravesaba la habitación y se hacía lugar entre los presentes el alma de Rivera Indarte.
En ese momento todos dedujeron que se encontraba enojado hasta que el médium con su voz ronca y balbuceante esgrimió las palabras; “deberán mantener este templo o serán maldecidos y sentenciados por algún juez hasta los confines de su existencia”; y se retiró. Todos no creyeron y tiempo después esa amenaza se convertía en una maldición casi ejemplar; algunos no habían cumplido con su palabra; una y otra vez eran sentenciados.
Todos, o algunos, esperan que la Maldición se cumpla como parte de un desafio otros piensan en las viejas Reuniones del 472.
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